jueves, 10 de enero de 2008

Cuando me muera quiero que me toquen cumbia




Todo comenzó con un asesinato. El seis de febrero de 1999, el sargento Héctor Eusebio Sosa decidió fusilar a Víctor Manuel "el Frente" Vital debajo de una mesa mientras gritaba que no tirara, que se entregaba.
Dicen los sobrevivientes que el muerto había sido una especie de Robin Hood y que ahora, desde el otro lado, protegía a los pibes chorros. Con esos datos entró Cristian Alarcón a la villa San Fernando, en el conurbano bonaerense. Dos años después salió –aunque no del todo– con Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. Vidas de pibes chorros, una crónica que vibra en la reconstrucción de la vida en los pasillos estrechos y con reglas propias de la villa. "El libro es una especie de ensamble entre el vértigo de un policial negro en sus escenas más crudas, y el melodrama", define Alarcón, nacido en Chile pero que desarrolló su carrera en Argentina.
La historia muestra la mafia policial, madres adolescentes, un personaje que recorta escopetas para que los chicos salgan a robar y su esposa que introdujo hace 20 años las pastillas de Rohipnol con la que los chicos se queman la cabeza, madres protectoras, trabajadores, pibes chorros, cárceles, vidas breves. Todos entrelazados por la pluma precisa y vertiginosa de Alarcón, que en este momento trabaja en otra non fiction, Transas, sobre pequeños narcotraficantes peruanos en Buenos Aires.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Buena opcion de lectura. La fotografía en la carátula, impecable. saludillos!