Escribió Hernán Iglesias Illa:
Extraño el antimenemismo, el movimiento político-literario más homogéneo y afilado que he visto en mi vida. El antikirchnerismo, a su lado, es inorgánico, mal escrito, pedestre. Imaginemos, por ejemplo, el gaudeamus que habría sido para el antimenemismo el escándalo que en estos días tiene por protagonistas a una treintena de embajadores extranjeros, automovilistas famosos y funcionarios ministeriales intermedios. El antikirchnerismo, desmotivado y sin energía, no sabe qué hacer. Los antimenemistas habríamos escrito contratapas hermosas y punzantes, mezclando poesía y pesimismo, autoridad moral y nuestra patentada rabia solemne.
Como pensar en lo que "pudo haber sido" me produce un inmenso dolor, me conformo con simular que los últimos diez años no han pasado y, disfrazándome de, por nombrar a alguien con especial talento para el puchero político-cultural (dicho como un elogio), Sandra Russo, sueño con los párrafos que escribiría si todo esto fuera posible. Escribiría párrafos así:
Marcelo Tinelli, símbolo del chabacanerismo y la fiaca intelectual de la década kirchnerista, se ha comprado un Hummer, un vehículo monstruoso y arrogante con el que desde ahora pisoteará el asfalto de Buenos Aires y los suburbios privilegiados donde vive con su familia. Necesitó violar la ley para comprarlo, porque ninguno de los modelos disponibles el mercado local --autitos pequeños, sudacas, pusilánimes-- llenaban sus pulsiones de macho alfa y su necesidad de comunicar permanentemente el poder, económico y sexual, con el que ha sido bendecido en la Argentina del nuevo milenio. Tinelli parece ignorar que el Hummer, la versión comercial del vehículo usado por las tropas norteamericanas en Irak, es un auto manchado de sangre: se paseará él, entonces, magnífico y comandante, por las avenidas porteñas, con el mismo desprecio por sus vecinos y semejantes con el que los soldaditos rubios del ejército de Estados Unidos, al timón de sus propios Hummers blindados, sometieron y vigilaron los barrios arrasados de Bagdad y Fallujah. Tinelli es nuestro George W. Bush: un hombrecito pequeño y temeroso que se cree grande porque mira todo desde arriba y está protegido por vidrios antibalas.
Más Dr Lecter.
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