A a pesar de algunos tibios avances en materia de derechos, las mujeres afganas siguen viviendo en condiciones muy difíciles. El año pasado se registraron 165 casos de mujeres víctimas de violencia de género que, desesperadas, intentaron inmolarse prendiéndose fuego vivas, según datos de la Comisión Independiente de Derechos Humanos en Afganistán.
Se calcula que un 90 por ciento de las mujeres en ese país se casan a la fuerza con un hombre que no quieren y que su padre eligió. Afganistán es también uno de los países del mundo con una tasa de mortalidad maternal en el parto más elevada (1.600 mujeres mueren de cada 100 mil) y uno de los pocos en el que la esperanza de vida de las mujeres es inferior a la de los hombres. Ellas viven una media de cuarenta y cuatro años. Ellos, cuarenta y cinco.
Para adentrarse un poco en esta realidad, es revelador y muy grato meterse en 300 días en Afganistán, de Natalia Aguirre Zimerman. Se trata de una apasionante crónica compuesta por la compilación de los correos electrónicos que Natalia, ginecóloga colombiana enviada por Médicos Sin Fronteras desde septiembre de 2002 a julio de 2003, escribió a sus parientes y amigos durante su estancia de casi 300 días en ese país. Gracias a estas páginas, escritas con una prosa espontánea pero con la dosis adecuada de humor negro y la única intención de comunicarnos sus observaciones personales, la autora consigue acercarnos a una visión de Afganistán muy distinta a la que nos tienen acostumbrados los medios de comunicación.
Un testimonio de primera mano de cómo viven los afganos su día a día, de sus costumbres, de sus modos de pensar; pero del que no está exento el conflicto de un pueblo que lleva décadas soportando guerras e invasiones. La crónica va acompañada de algunas fotografías que la propia autora tomó durante su estancia en Afganistán.
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